Los Invictos


Hay un equipo que nunca pierde, porque evita las derrotas. Con cantos de sirenas de fondo nace una historia que jamás se imprimió.

“Enrique para Diego. Ahí la tiene Maradona, lo marcan dos. Pisa la pelota Maradona. Arranca por la derecha el genio del fútbol mundial, y deja el tendal, y va a tocar para Burruchaga… siempre Maradona… genio, genio, genio… ta, ta, ta… frena Maradona, levanta la cabeza y tira el centro atrás para Burruchaga. Le pega Burruchaga… arriba del travesaño…”

Pudo haber sido el gol más maravilloso de todos los tiempos, pero terminó siendo el principio del fin. Escucharlo por radio fue como estar adentro de un baño, a oscuras, con dos negros enfurecidos: imposible saber de dónde vendrían las trompadas.

Los dos goles de Gary Lineker en los últimos diez minutos sentenciaron la historia. Y estaba bien, no merecíamos ganar con un gol tramposo. A ver si todavía a alguien se le ocurría decir que era una especie de venganza por lo que había pasado en la Guerra de Malvinas, o justificarlo invocando la presencia de un ser divino que juega para nosotros sólo cuando ganamos.

Pasó lo que se sabía que iba a pasar. Pumpido primero se comió un cabezazo en el área chica y después, en complicidad con Brown, fue responsable de la victoria inglesa. Ni el arquero ni el central debieron integrar la lista. Cómo es posible que un jugador con escasa participación en Deportivo Español llegue a estar en la consideración para tamaña cita internacional. Por otra parte, lo advertimos en su momento: no se puede discutir a Fillol.

De arqueros mejor no hablar, porque estamos obligados a preguntarnos: ¿cuáles son los fundamentos de la convocatoria de Héctor Zelada? Que conocía las calles de México... Que podía ser útil para hablar sobre el clima del DF... Que su presencia era positiva para el grupo...

Indudablemente, el caso Zelada es una muestra más de las convocatorias compulsivas que debió sufrir el seleccionado. Para que no se nos trate de oportunistas, vale recordar lo que publicábamos en 1985 (23 de noviembre, para ser más precisos): “¿Cuál es el equipo? ¿El que pasó penosamente las eliminatorias? (…) Grondona le dice a un país futbolero alarmado que ‘no hay que alarmarse, en el mundial haremos un buen papel’. Y listo. En la AFA a ningún dirigente se le ocurre llevar valientemente su preocupación o la preocupación de la gente que representa”.

Siempre, desde el primer día, nos interesó que la Selección juegue bien más allá del entrenador. A la luz de lo acontecido fue un error el giro radical de estilo que se produjo entre las conducciones de Menotti y Bilardo. Lo advertimos en su momento: “El sentimiento de la gente sigue tan firme como siempre, por mucho que lo quieran torcer con arengas y enojos cientificistas” (14 de junio de 1985).

Una mirada crítica sobre lo acontecido con la Selección en el proceso previo al Mundial 86 nos debe servir de cara al futuro. Se cometieron muchos errores: confirmarlo a Maradona como capitán y titular indiscutido faltando tanto para comenzar la competencia; permitir sugerencias externas para convocar a jugadores como Héctor Enrique; confiar en otros con escaso recorrido internacional, tal los casos de Cuciuffo y Olarticoechea.

Esta derrota tiene que ser una invitación a la reflexión para el fútbol argentino todo, incluyendo a los periodistas, porque nosotros, aunque Passarella nos llame irónicamente “los invictos”, nosotros también perdemos. [-]

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